Están los que usan siempre la misma ropa.
Están los que llevan amuletos,
los que se hacen promesas,
los que imploran mirando al cielo,
los que creen en supersticiones,
y están los que siguen corriendo
cuando las piernas le tiemblan.
Están los que siguen jugando
cuando se les acabó el aire.
Los que siguen luchando
cuando todo parece perdido.
Están convencidos de que la vida
es un desafío en sí misma:
Sufren pero no se quejan.
Saben que el dolor pasa,
el sudor se seca,
el cansancio se termina.
Saben que hay algo que nunca desaparecerá:
La satisfacción de lograr un sueño.
Sus cuerpos tienen la misma cantidad de músculos,
por sus venas corre la misma sangre.
Lo que los hace diferentes es su espíritu.
La determinación de alcanzar la cima.
Una cima a la que no se llega superando a los demás sino superándose a uno mismo.
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